Hiroshima - John Hersey (1946)
- Periferia Internacional
- 6 ago 2023
- 7 Min. de lectura

Cuando uno ve la portada de The New Yorker, donde John Hersey publicó su crónica sobre Hiroshima, no entiende a primera vista el porqué de la elección de un dibujo de personas recreando en un parque para relatar los sucesos alrededor de la bomba atómica. Recién cuando lees el libro puedes conectar con el dibujo. Una mañana apacible en un parque que luego será uno de los escenarios donde se desenvuelve la trama. La imagen de un parque como símbolo de una paz que se vería alterada por el peor de los horrores.
El autor
John Hersey no era ningún desconocido para los estadounidenses. Nacido en 1914 en la lejana Tianjin, en China, debido al trabajo de sus padres, Roscoe y Grace que eran misioneros protestantes en Asia; el joven Hersey aprendió primero el chino mandarín antes que el inglés. Parte de estas experiencias primarias le sirvieron de insumo para crear una de sus últimas novelas, "The call" de 1985.
A los 10 años, Hersey regresa con su familia a los Estados Unidos y crece en medio de una comunidad protestante. Logra ingresar a la Universidad de Yale y posteriormente complementa sus estudios en la universidad de Cambridge en Inglaterra. A su retorno ingresa a trabajar en la revista Time y es enviado a cubrir la segunda guerra mundial en el frente asiático. Su habilidad con la redacción le vale un puesto también en la prestigiosa revista Life.

Hersey vivió en carne propia los horrores de la guerra. Fue a Sicilia a presenciar el ingreso de los aliados tras el colapso del fascismo en 1945. Durante este periodo logra publicar su tercera novela "A bell for Adano", con la cual ganó el premio Pulitzer. La obra sería tan popular que fue adaptada al cine con John Hodiak y Gene Tierney en los roles principales.
Ese mismo año, ya convertido en un prodigio de las letras, es llamado por The New Yorker para reportar la rendición del último bastión enemigo: Japón. Así, Hersey viajó al país del sol naciente para narrar la reconstrucción de un país en ruinas.
Es ahí que logra contactarse con un misionero jesuita que había sobrevivido a la bomba atómica lanzada en Hiroshima. El religioso le presentaría a mas sobrevivientes y con ello Hersey tendría material suficiente para crear su crónica. Logró convencer a William Shawn, editor de The New Yorker, de publicar un artículo sobre la bomba atómica y sus consecuencias. Sería la primera, y única, vez que un solo texto llenaría todas las páginas de la prestigiosa publicación.
El momento de humanizar a las víctimas de tan grande atrocidad había llegado.

Hiroshima, el reportaje y la novela
Hersey realiza una crónica explicita de lo ocurrido antes, durante y después de la mañana del 6 de agosto de 1945 cuando a las 08:15 a. m. la primera bomba atómica lanzada sobre población civil impactó en la ciudad de Hiroshima, al sur oeste del Japón.
El autor omite la narración científica y se centra en las historias de gente común y de su perspectiva sobre la tragedia, algo que nos hace recordar a grandes del docuperiodismo como Svetlana Aleksiévich o a Elena Poniatowska en "La noche de Tlatelolco".
El extenso artículo, que ahora es una novela, comienza detallando las acciones que cada uno de los seis personajes principales de su obra estaban haciendo cuando la bomba explotó. Ellos y ellas, quienes dan vida a este relato y nos acercan al sufrimiento de miles de víctimas, son:
La señorita Toshiko Sasaki, empleada pública de la Fábrica Oriental de Estaño
El doctor Masakazu Fujii, dueño de un hospital privado
La señora Hatsuyo Nakamura, viuda de un sastre
El padre Wilhelm Kleinsorge, sacerdote alemán de la Compañía de Jesús
El doctor Terufumi Sasaki, del hospital de la Cruz Roja y
El reverendo Kiyoshi Tanimoto, pastor de la iglesia metodista de Hiroshima.
Esa mañana sus vidas y las de miles de personas cambiarían para siempre. La bomba explotó a 600 metros antes de tocar el suelo y quizás por ello hubo sobrevivientes, ya que muchos, como el caso de los personajes de la novela, pudieron renacer, literalmente, de entre las cenizas.
Los relatos nos acercan a acciones heroicas y también a la simple necesidad de la supervivencia. Vemos a los protagonistas tratando de curar a los heridos en medio del caos y del horror, mientras otros simplemente se quedan esperando la ansiada ayuda mientras la muerte ronda alrededor.
Se ha preguntado usted, ¿qué comería o que bebería durante las primeras horas de un ataque nuclear? pues esta novela nos acerca a esa necesidad imposible de saciar cuando ya no existe casi nada alrededor, amén del temor radioactivo. Aunque, la novela nos detalla que en los primeros días nadie sabía que era una bomba de uranio la que había explotado encima de ellos; debido a la deflagración muchos sobrevivientes pensaron que los estadounidenses habían echado litros de gasolina desde el cielo.

Hersey no solo hace una reseña de cada una de las vidas de estos personajes durante y después del bombardeo, también nos cuenta como la idiosincracia japonesa le daba una perspectiva distinta a un suceso mundialmente conocido. La falta de información inicial sobre la guerra, motivada por un régimen cerrado y dictatorial, así como el endiosamiento del emperador Hiroito, hacia que los habitantes de Hiroshima entendieran la gravedad de lo sucedido de forma distinta.
Muchos confiaban en la ayuda de su país y, como posteriormente lo diría Hersey, tuvieron que pasar décadas hasta que en 1975 se reformaran las leyes de reparaciones y se entregara una pensión mensual de 20 dólares a los "Hibakushas", como se les conoce a los sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Este monto, ciertamente, fue aumentando con el tiempo y estaba acompañado de tratamientos de salud. Claro quizás el declive económico de Japón posterior a la guerra no era el más idóneo para presupuestar una reparación a las víctimas, pero esperar hasta la década del 70, y por ese monto, es por demás indignante visto desde la perspectiva actual.
Los episodios narrados no dan tregua al horror inicial del ataque como la escena donde uno de los personajes se encuentra a un grupo de soldados que estaban viendo al cielo en el momento de la explosión o la triste historia de las "doncellas de Hiroshima", chicas usadas para lavar la conciencia de occidente por las consecuencias del ataque. En otros momentos, se detalla la falta y el renacimiento de la fe entre los heridos. ¿Si Dios es tan bueno, porqué permite que la gente sufra de este modo?, se pregunta la señorita Sasaki mientras padece en un hospital. La señora Nakamura, en cambio, se había resignado a la usanza budista. El desaste era simplemente una consecuencia del destino que habría que aceptar.
Esta novela tiene grandes secuencias que bien podrían dar lugar a una recreación cinematográfica:
Cuando llegó el señor Tanimoto, todavía con su tazón en la mano, el parque estaba repleto de gente y no era fácil distinguir entre los vivos y los muertos, pues la mayoría tenían los ojos abiertos y estaban inmóviles. Para un occidental como el padre Kleinsorge, el silencio en el bosquecillo junto al río, donde cientos de personas gravemente heridas sufrían juntas, fue uno de los fenómenos más atroces e imponentes que jamás había vivido. Los heridos guardaban silencio; nadie lloraba, mucho menos gritaban de dolor; nadie se quejaba; de los muchos que murieron, ninguno murió ruidosamente; ni siquiera los niños lloraban; pocos hablaban si quiera. Y cuando el padre Kleinsorge dio de beber agua a algunos cuyas caras estaban cubiertas casi por completo por las quemaduras, bebían su ración y enseguida se levantaban un poco y hacían una venía de gratitud.
Los datos se entremezclan con las historias, el autor señala que en la ciudad habían 245 mil personas ese día, luego de la explosión cien mil de ellas habían perdido la vida, otras cien mil tenían graves heridas. Los entrevistados por Hersey se encontraban en el grupo con relativa suerte para sobrevivir. Sin embargo, el autor también detalla los primeros indicios de los daños colaterales del ataque nuclear entre los heridos. Sus protagonistas, al igual que otros sobrevivientes, comenzaron a padecer los síntomas de la radiotoxemia, un síndrome causado por la sobre exposición a altos niveles de radiación. John Hersey también informa cuáles fueron las posteriores explosiones nucleares hechas por los países, que en la actualidad, según se tiene conocimiento, guardan ojivas nucleares; por lo que la novela sirve también como fuente de información rápida.
Finalmente, el artículo de 31 mil páginas logró ser publicado el 31 de agosto de 1946 en The New Yorker. Fue el nacimiento del docuperiodismo norteamericano. Muchos años después sería considerado el mejor artículo periodístico de Estados Unidos en el siglo XX por un panel de 36 miembros de la facultad de periodismo de la Universidad de Nueva York.
Vida posterior
La actual edición de la novela contiene un episodio que no estaba en la obra original. El quinto episodio titulado "Las secuelas del desastre", narra el destino de cada uno de los personajes en 1985, cuando el autor decidió retornar a Hiroshima.

Algunos de ellos ya no estaban con vida, otros lograron emerger y entre tanto la ciudad cambió. La nueva Hiroshima visitada por Hersey era ahora una ciudad de un millón de habitantes, de los cuales apenas 1 de cada 10 habitantes era un hibakusha, un sobreviviente. La percepción y el hartazgo de las luces sobre ellos habían cambiado también la opinión sobre la bomba:
"La señorita Sasaki había conocido de primera mano la crueldad de la bomba atómica, pero sentía que más atención debía ser prestada a las causas de la guerra, y menos a sus instrumentos"
La vida de Hersey tampoco volvería a ser la misma tras escribir esta novela. Se volvió un férreo opositor a las armas nucleares y siguió documentando historias reales de la guerra. Su siguiente novela "Of men and war" sigue las historias de cinco soldados en la segunda guerra mundial. Más tarde se centraría en las víctimas del gueto de Varsovia con su novela "The wall" de 1950 que recibiría el Sidney Hillman Foundation Journalism Award y el National Jewish Book Award. También denunció la segregación racial en Estados Unidos a través de novelas como "White lotus" y "Letter to the Alumni".
Sin embargo, la vida posterior de Hersey no estuvo exenta de polémica. Se dice que plagió partes de la biografía de James Agee, escrita por Lawrence Bergreen para realizar su artículo sobre el fallecido escritor. Otra denuncia hace alusión a uno de sus primeros libros, "Men on Bataan", que narra el secuestro de filipinos y norteamericanos en la provincia de Bataan en 1942, durante la segunda guerra mundial. Esta novela sería en gran parte un plagio de una obra de Melville Jacoby, corresponsal de guerra de la revista Time.
Hersey se casó en segundas nupcias con Barbara Addams, ex esposa de su compañero de trabajo, Charles Addams, el famoso caricaturista de The New Yorker, quien dio vida a la familia Addams. Se dice que Barbara fue la musa que inspiró al personaje de Morticia Addams, aunque otros niegan esta versión pues el personaje habría sido creado años antes de que se conocieran Charles y Barbara.
John Hersey falleció en su casa de Florida el 24 de marzo de 1993. A su lado estaba Barbara, ahora llamada Barbara Hersey.
Miguel C.
Director Periferia
Agosto 2023
Comments